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Ignacio García de Vinuesa lanza una llamada a la Concordia y la Convivencia en unos momentos de tanto “recuerdo” al pasado

Ignacio García de Vinuesa lanza una llamada a la Concordia y la Convivencia en unos momentos de tanto “recuerdo” al pasado

Habla sobre los pormenores del fusilamiento de su abuelo materno cuando su madre contaba con 13 años de edad, abundando en el mensaje de perdón que le transmitió su madre, la viuda

martes 13 de abril de 2021, 19:45h

La familia Gardoqui

En los primeros días de noviembre de 1936, un grupo de los denominados milicianos emprendió un nuevo recorrido por las calles de Madrid para cumplir sus órdenes, que no eran otras que detener a pacíficos ciudadanos sospechosos de no apoyar incondicionalmente al bando republicano, bajo el pretexto de ser conducidos a comisaría para un interrogatorio intrascendente.

Uno de los domicilios visitados fue el de la familia Gardoqui, compuesta por el matrimonio y tres hijos, de 19, 17 y 13 años. En presencia de su aterrorizada esposa e hijos, José Gardoqui, abogado de 45 años, fue «amablemente» invitado a acompañar al grupo, con la promesa de un pronto regreso a casa. Su familia nunca más volvió a verle.

La reconstrucción que su mujer, mi abuela, pudo hacer de los hechos fue que desde la comisaría fue conducido a la cárcel de Díaz Porlier y, desde allí, junto con otros muchos indefensos vecinos de Madrid, conducido a Paracuellos, en donde, sin juicio previo ni intervención judicial alguna, fue fusilado y arrojado a una fosa común.

Su mujer, María Topete, no conoció el trágico fin de su marido hasta que pasaron meses de terrible incertidumbre. Cuando ya la realidad se impuso, demostrando una calidad humana excepcional, reunió a sus hijos y les dijo: vuestro buen padre ha muerto fusilado sin juicio y sin razones. La guerra es terrible y a nosotros nos ha tocado sufrir su crueldad, pero si algún día conociérais a quien ha asesinado a vuestro padre, tan sólo os ruego que sepáis perdonarle.

La niña de 13 años que acababa de perder a su adorado padre escuchó con un intenso dolor las inolvidables palabras de su madre, que no solo paliaron levemente su desconsuelo, se convirtieron en una ejemplar herencia que guardó de por vida.

Han pasado más de setenta años desde entonces, y aquella niña llegó a ser madre, abuela y bisabuela, y a todos sus descendientes supo transmitirles la enseñanza que recibió e hizo suya.

Y así mis hermanos y yo, y nuestros hijos, hemos vivido sin conocer el sentimiento del odio y la venganza. Mi madre me ayudó a valorar el enorme y ejemplar esfuerzo que los españoles hicimos durante la Transición para alcanzar la reconciliación.

Pero ahora un presidente de Gobierno absolutamente irresponsable, y sus belicosos socios, nos dicen que hemos hecho mal en olvidar y perdonar. Y algo más: que debemos distinguir entre los buenos y malos de una guerra fratricida igualmente cruel en los dos bandos.

Seguiré transmitiendo a mis hijos y nietos el mensaje de su abuela, porque mi madre me ayudó como nadie a distinguir aquellos valores que ayudan a hacer posible una pacífica convivencia y eviten nuevos enfrentamientos.

Ignacio García de Vinuesa Gardoqui

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